Por: Gloria Muñoz Ramírez
Ticul la vio nacer entre cerros. Y en Buctzotz se hizo fotógrafa. Tiene 28 años, es autodidacta y su mirada tiene ya la atención de fotógrafas profesionales. Anahí Haizel de la Cruz Martín es una joven maya de gran melena negra, sonrisa generosa y paso firme que se acercó al mundo de la fotografía de forma accidental. “No me lo esperaba”, dice, sin tapujos. Una ceiba, árbol que representa la vida, el tiempo, el espacio y la comunidad para los mayas, fue la primera imagen que capturó con su celular. Y su mundo se movió.
Estudiaba Haizel la preparatoria y rentaba un cuarto para estudiantes en su natal Ticul. El dueño del lugar quería ampliar la construcción pero “una ceiba muy grande, de muchísimos años”, le estorbaba. El señor en cuestión lazó sus ramas, y apenas dos alcanzó a tirar. Luego regresó con un hacha y empezó a picar el tronco, pero éste resistió. Por la tarde colocó hojas secas, basura y plásticos a su alrededor, y le prendió fuego. Pero nada. Reforzó entonces la hoguera con llantas, pero al cabo de los días el fuego se apagó y la ceiba seguía viva. El señor entonces tomó una motosierra y la derribó. Corría el año 2016.
Pedro Uc, poeta y defensor del territorio, compañero de vida y de lucha de Haizel, se propuso entonces escribir un poema sobre lo que atestiguaron. “Es lo mismo que nos hacen a los pueblos mayas”, dijo. “Poco a poco viene el empresario, viene el capitalismo, y nos va matando como pueblo, pero no de un golpe, sino que nos vienen lastimando hasta que logran su objetivo. Pero hasta ahorita hemos resistido, como la ceiba”, relata Haizel en entrevista con Ojarasca.
Para acompañar el poema de la ceiba, Haizel tomó unas fotos con el celular y junto al escrito las subieron a sus redes sociales. Vino entonces una mayor interacción de la gente. Poema e imagen se fundieron en el espacio digital y a partir de ahí la mancuerna siguió produciendo en equipo fotografías acompañando poemas, y al revés. Hasta que un día no hubo poema, pero las imágenes siguieron su propio camino.
Llegó entonces la posibilidad de publicar en la revista electrónica Sinfín, a la que de la Cruz envía dos fotos. El editor apreció una mirada distinta, fresca, elocuente, y tomó una imagen para la portada y otra para acompañar un poema de Pedro Uc, aunque cada uno envió su trabajo por separado. “A partir de ahí me animé muchísimo y les seguí mandando fotos tomadas con el teléfono”, hasta que un día el fotógrafo estadounidense Dick Kei se interesó por su trabajo, la contactó por redes y al enterarse de que todo lo tomaba con el celular, le regaló su primera cámara: una Lumix, de Panasonic, “muy básica, no se intercambian lentes, compacta, pero fue mi primer encuentro con cuestiones técnicas”.
Haizel empezó entonces su preparación autodidacta con tutoriales de YouTube. Y simultáneamente empezó a empaparse de fotografías, de todas las que pudo. Se devoró las imágenes tomadas por Antonio Turok, Manuel Álvarez Bravo, Tina Modotti, Graciela Iturbide, Maya Goded, a quienes hoy estudia y aprende.
Improntas de la milpa, Alas de libertad, Rostros del territorio, Encuentros del territorio y Hojas del territorio son algunas de las series fotográficas que ha capturado Haizel de la Cruz en la adolorida Península de Yucatán. “Alas en el mar: Los vuelos, la convivencia, la pesca, la reflexión, el descanso, el recorrido, la observación, el esparcimiento y la exploración forman parte de la creación no humana de la vida marina entre colores y sonidos que replican el origen, nuestro origen”, se lee en la presentación de sus fotos sobre los diferentes plumajes que habitan el territorio maya.
En 2019 se hizo acreedora a la beca de Jóvenes Creadores del Sistema de apoyos a la creación y a proyectos culturales (Fonca), con una serie que le da enorme identidad a su trabajo: La milpa como espacio de Creación. “La milpa es la casa de los colores, ahí los dioses pintan con arcoíris lo que la naturaleza ha logrado imprimir en los árboles, piedras, plumajes, fuego, humo y en cada mazorca, es así como los dioses se corresponden con el ser humano en la creación de la vida”, reseña Pedro Uc.
Fotógrafa y defensora
La joven artista es también defensora del territorio. La ceiba, que le dio la primera imagen, marcó su ya creciente catálogo. Como parte de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya, Múuch’ Xíinbal, registra, por ejemplo, los talleres sobre los megaproyectos que inundan la Península, y los encuentros/talleres con la niñez y juventud sobre el conocimiento de lo que como pueblo les pertenece.
Haizel tiene la ventaja de que es parte de lo que defiende y retrata. En sus palabras, captura “momentos, colores, sombras, contextos, texturas, mensajes que están en lo que una mira, en la naturaleza, en la milpa, en el monte, en los encuentros comunitarios”. Su contexto, continúa, “va formando mi mirada fotográfica y mi compromiso por el territorio que siempre me ha acompañado. Se trata de demostrar cómo vivimos, cómo nos relacionamos con la naturaleza y cómo la vamos a defender”.
El desafío es capturar la vida amenazada en un territorio que de un momento a otro se llenó de parques fotovoltáicos, turismo verde, transgénicos, granjas porcícolas, eólicas y, por si fuera poco, la construcción de un tren mal llamado maya. “Lo que fotografío ahora probablemente ya no esté mañana. Es lo que nos preocupa. Cuando hacemos recorridos en la milpa, veo las sombras, veo cómo los animales nos dan mensajes en cada pluma y en cada vuelo, en cada hoja. Esto es lo que observamos, y por eso nos parece triste que las máquinas vengan a destruirlo”.
Continúa Haizel: “Yo no me imagino un lugar sin la ceiba que está llena de pajaritos que cantan y celebran la vida. No me imagino ver ese espacio con aerogeneradores. Son imágenes que impactan y que no queremos, son imágenes que estamos evitando que sigan ocurriendo”.
El Tren Maya, afirma, “impactará nuestras propias vidas, nuestra vida comunitaria, y cuando digo comunitaria no sólo me refiero a nosotros como personas, sino también a todos los que habitamos el territorio, como las aves, los insectos, nuestro yuum”. Por eso, insiste, lo que toma con su cámara Canon Rebel T6, y ya no con el celular, “es lo que está amenazado por los megaproyectos, pues perder la tierra es perder nuestra cultura como pueblo maya”.
Haizel, de la mano de su hija de ocho años, recorre el territorio y se concentra en la captura del mar, la milpa, el encuentro, el plumaje, las ramas... la vida. Pues de eso se trata la lucha.
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Haizel De la Cruz Martín ha publicado en Ojarasca, Sinfín, en la revista italiana La macchina Sognante y en los periódicos News Daily, Por esto y Diario de Yucatán. Participó en las exposiciones colectivas “Mujeres. Movimiento y perspectiva” y “Las memorias del Territorio Maya”. Se puede ver su material en el siguiente enlace: https://haizeldelacruzm.wixsite.com/misitio
Este artículo y una selección de 10 fotografías fueron publicadas por el suplemento Ojarasca #301 del periódico nacional La Jornada.
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